miércoles, 2 de abril de 2014

PARA QUÉ SIRVE LA MÚSICA






























Para qué sirve la música (y por qué aprenderla desde pequeños)

Para entender de qué nos sirve la música, hablemos un poquito del cerebro:
Las estructuras del sistema emocional o límbico del cerebro, que procesan las emociones en 
el hemisferio derecho, se activan cuando la persona reproduce una melodía en la imaginación.
Si suponemos que de alguna manera el lenguaje oral y escrito expresa 
el pensamiento, y la música las emociones puras, tal vez podemos atrevernos a decir que
 una estimulación rica en ambas facultades estimulará la armonía entre pensamiento y emoción. 
No es descabellado.
Cierto es que el lenguaje como tal recluta gran parte del hemisferio izquierdo para producirse,
 y la música el hemisferio derecho. Parece ser que estas dos funciones humanas se complementan. 
Es mas, a modo  de Yin-Yan, la prosodia, es decir, la entonación del lenguaje, se sitúa en el hemisferio
 derecho, y el ritmo  de la música, por su lado, en el izquierdo.

Las zonas del cerebro utilizadas en la expresión y adquisición musical y las zonas del 
lenguaje se solapan, por lo que todo parece indicar que la estimulación de una de estas
 funciones, también repercute en la mejora de la otra.

Muchas investigaciones apuntan a que una buena interacción entre ambos hemisferios 
cerebrales  facilita la asimilación de la información y la integración no traumática de situaciones 
duras y  conflictivas. 
Estudios con músicos profesionales muestran que el “cuerpo calloso”, haz de
 fibras que conecta ambos hemisferios, es mayor que en población normal. Todo apunta a que la
 estimulación y expresión musical facilitan la gestión de las emociones. La música, aun sin comunicar
ninguna información simbólica ni referencial, genera un movimiento emocional.

La música tiene, además de un efecto conmovedor en nosotros, la capacidad de relajar la presión, 
 facilitar el movimiento fluido del cuerpo, estimular la activación cerebral, favorecer la 
comunicación interpersonal y fomentar la adquisición de hábitos. Es por ello que se usa con
 eficacia en el tratamiento de la Epilepsia, el Parkinson, el autismo, el déficit de atención con o 
sin hiperactividad, la depresión, el insomnio y la ansiedad, entre otros. Su cualidad de
 aumentar la secreción de endorfinas facilita la relajación, el aprendizaje, la adaptación al cambio y
 la creatividad.
Un estudio de la Universidad de Wisconsin publicado en la revista Natura en 1993 afirmaba además
 que podía mejorar el razonamiento espacio-temporal, cosa bastante comprensible ya que la música 
 implica la activación del lóbulo parietal y temporal derechos, implicados en la percepción espacial y
 temporal respectivamente.
La capacidad del ser humano para la música es innata, como la del lenguaje. El bebé reacciona a
 estímulos musicales desde el nacimiento y con seis meses su cerebro musical esta completamente
desarrollado. Desde los 2-3 años el  niño ya baila, canta, y reproduce canciones, aunque sea de
 forma muy primitiva.

El ritmo es parte de la vida del niño desde antes incluso del nacimiento. El latido del corazón de la
 madre no solo lo acompaña sin descanso, sino que lo calma y lo orienta. El niño nace con una 
determinación genética en sus ritmos circadianos, su organismo ya viene preparado para necesitar de
 forma rítmica, y ordenada en el tiempo, comer, dormir. Su respiración, su pulso, tiene una base rítmica. 
 Como bien sabemos, respetar unos horarios de comida, sueño, etc, es importantísimo en los primeros 
años de vida del bebé, porque favorece la expresión de estos ritmos circadianos y los convierte 
en hábitos.
 Eso estimula su seguridad, su atención, su salud. 
El ritmo para el ser humano es, sin duda, un aliado innato y necesario para un correcto desarrollo.

En ocasiones la expresión musical es la salvaguarda que permite a una persona expresarse y
 realizarse. Es el caso de los llamados “músicos sabios”, niños con deficiencias linguísticas que no sólo
 conservan sus capacidades musicales, sino que poseen cualidades inconmensurables para la música, 
como una memoria musical excepcional, un oído buenísimo o una gran capacidad de representación
 melódica o rítmica.
Sin embargo, aun muchas de nuestras escuelas, redirigen el 90% de su empeño en estimular el
lenguaje,  y se olvidan de la música, cuando los niños van llegando a los 5-6 años. 
Todo preparado para aprender las letras, aprender las palabras, aprender a leer, aprender a escribir.
Sin embargo no hay mucho trabajo dirigido, no solo al aspecto musical de nuestros pequeños, sino
siquiera a la prosodia del lenguaje o a la gestión y expresión de las emociones.
¿La consecuencia? Nuestros niños son fantásticos lectores y escritores, pero a la hora
 de salir a leer se ponen  nerviosos, se sienten inseguros, y a la vez no consiguen hacer una buena
entonación del mensaje de lo  que están leyendo ni profundizar en el sentido del texto.

 Todos estos déficits, en gran parte, se deben a  la poca estimulación derecha que tienen sus cerebros 
en la escuela.

La necesidad de la música en la educación no es un descubrimiento del siglo XIX. Una de las grandes
pedagogas del siglo pasado, Montessori, ya introducía ejercicios de educación musical en su famoso 
método.
Otros muchos han reivindicado la educación musical en las escuelas. Dalcroze, y su aprendizaje
rítmico-motriz, Orff, que relaciona el lenguaje verbal con el ritmo y el movimiento, Willems, que explora 
el carácter en la expresión  musical.

Hasta Piaget, que propone que el niño tenga un entorno musical estimulante. Waldorf hace especial
 hincapié en los conceptos  de los que venimos hablando. Los alumnos de éste método aprenden un 
instrumento, aquel que, en opinión de los profesionales del centro, complementa sus cualidades.
 En el curriculum del método existe la asignatura de Euritmia, que mezcla la expresión emocional 
y corporal con el lenguaje y la música.
Como vemos, existen multitud de razones para estimular musicalmente a nuestros bebes.

¿Cómo hacerlo?

Recuerda que el aprendizaje de la música empieza en el aprendizaje del sonido; los juegos de
 sonido de  animales, de sonido de instrumentos, de sonidos del campo o la ciudad, son muy útiles. 

Instrumentos divertidos como palos de lluvia (suenan como arena en el mar), tormentas (instrumento de
 plástico con forma cilíndrica que al moverse suena como una tormenta), cuencos, etc, son fascinantes
a sus ojos, y además estimularán su imaginación y su capacidad de relajarse. Instrumentos de percusión, algo de lo 
que disfrutan los niños muchísimo, son fáciles de adquirir y les ayudarán en el aprendizaje del cálculo
y la  lectura. Tambores, pequeños Xilófonos, pianos  para pequeños.

Si. Te toca dejarles hacer ruido, de vez en cuando.
La música, como hemos visto, tiene muchos paralelismos con el lenguaje. El lenguaje se aprende
escuchándolo, hasta que el cerebro está preparado para emitirlo y entonces comienza su aprendizaje a
través del ensayo-error. Luego lleva el momento para perfeccionarse. La música tiene un desarrollo
parecido.
Es muy interesante para los pequeños escuchar música, de  todos los tipos.
En los primeros años de vida es cuando el cerebro tiene más potencial para aprender a
discriminar instrumentos, tonalidades…La comprensión de la música es mucho mayor que la expresión
 en las primeras etapas. Es por lo tanto recomendado que escuche música compleja y rica como es la
música clásica. Y que le estimulemos para cantar, bailar, tocar.

Unos años mas tarde, si nos lo podemos permitir y nuestro pequeño o pequeña esta de acuerdo, será
 muy enriquecedor para su razonamiento espacio-temporal, su motricidad y su coordinación, -el cerebelo
 es plástico durante toda la vida, y esta especializado en las dos últimas-, que aprenda a tocar el
instrumento que prefiera.
Pero no olvidemos una cosa, “la música, como la letra, con sangre no entra”. Obligar a nuestros hijos a 
estudiar armonía, o a tocar un instrumento, no servirá más que para que les genere rechazo a largo
 plazo.
 Hay mil maneras de hacer del aprendizaje de la música algo placentero.

Si conseguimos inculcar el amor a la música en nuestros hijos, ésta les aportará
 inteligencia emocional, placer en estado puro y disciplina. Sin duda, valdrá la
 pena.

Rocio Carballo. Psicoterapeuta

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