sábado, 16 de enero de 2016

Tipos de Habilidades Sociales


 Los tipos de habilidades sociales

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Lazarus (1973) fue uno de los primeros en establecer, desde una posición de práctica clínica, las principales 
clases de respuesta o dimensiones conductuales que abarcaban las habilidades sociales.
 Este autor indicó cuatro capacidades: decir “no”, pedir favores y hacer peticiones, 
expresar sentimientos positivos y negativos e iniciar, mantener y terminar conversaciones. Las clases de respuesta que se han propuesto posteriormente, y ya desde un punto de vista empírico, han girado alrededor de estos cua­tro tipos de respuesta. Las dimensiones conductuales más aceptadas en la actualidad (Pérez-Santamarina, 1999) (Torbay et al., 2001) (Portillo, 2001) son las siguientes:
  • Escuchar.
  • Saludar, presentarse y despedirse.
  • Iniciar, mantener y finalizar una conversación.
  • Hacer y rechazar peticiones.
  • Disculparse o admitir la ignorancia.
  • Defender los derechos.
  • Negociar.
  • Expresar y defender las opiniones, incluido el desacuerdo.
  • Afrontar las críticas.
  • Hacer y recibir cumplidos.
  • Formular y rechazar peticiones (oposición asertiva).
  • Expresar amor, agrado y afecto.
  • Expresar justificadamente molestia, desagrado o enfado.
  • Pedir el cambio de conducta del otro.
  • Cooperar y compartir.
  • Expresar y recibir emociones.
  • Dirigir a otros.
  • Solucionar conflictos.
  • Dar y recibir retroalimentación.
  • Realizar una entrevista.
  • Solicitar un trabajo.
  • Hablar en público
Las habilidades sociales anteriormente citadas comprenden un extenso conjunto 
de elementos verbales y no verbales que se combinan en complejos repertorios 
conductuales. Además, de los componentes verbales y no verbales, las habilidades
sociales dependen de procesos cognitivos (pensamientos, autocríticas, sentimientos, 
etc.) para su correcta ejecución. Pero la habilidad social no es meramente una suma de
 componentes verbales y no verbales unidos a procesos cognitivos, sino que supone un 
proceso interactivo de combinación de estas características individuales en contextos
 ambientales cambiantes. Asimismo, la destreza para desempeñar una habilidad 
social puede no tener ninguna correspondencia con la desenvoltura de 
otras (ej: conversar y rechazar peticiones), incluso considerando el mismo tipo de 
habilidad la conducta concreta del sujeto puede variar según factores personales 
(estado de ánimo, cogniciones, cambios fisiológicos) y ambientales (las personas con quienes esté relacionándose, el tipo de relación, la situación en la que se encuentre, etc.) (Fernández, 1999).
Un ejemplo de la importancia de los aspectos cognitivos en la interacción social lo 
constituye el sentimiento de soledad. La soledad se ha definido de varias formas. 
Altman, 1975, la define como un estado desagradable que experimenta la persona al no
conseguir la relación social que desea o al perder una relación estable que ya poseía. 
Cutrona, 1982, vincula este sentimiento más a la falta de satisfacción en las relaciones
interpersonales mantenidas por el individuo que a la frecuencia o cantidad de los 
contactos sociales. Isidro et al. (Isidro, Vega, & Garrido, 1999) definen la soledad como 
un sentimiento desagradable vinculado a un desequilibrio en la percepción de las 
relaciones establecidas con los demás, qué está determinado por la falta de confianza 
del individuo en su capacidad para afrontar situaciones que potencialmente puedan llegar 
a generarle soledad. Por otra parte, Shaver y Buhrmester, 1983, y Shaver, 1986, 
proponen una teoría de la soledad basada en la insuficiencia de las provisiones que el 
individuo espera le suministre el grupo al cual se ha unido.
A partir de estas definiciones de soledad se puede concluir diciendo que el sentimiento de soledad 
es una percepción individual que puede estar motivado por una falta de habilidades 
sociales que provoca la disminución de las interacciones sociales o hace que estas 
sean menos gratificantes de lo deseado por el individuo. Pero también este sentimiento 
de soledad puede ser independiente de las habilidades sociales que posee el 
individuo y sustentarse más en las creencias o expectativas que tiene la persona. 
En este último caso, más que dotar al individuo de ciertas habilidades sociales sería 
más correcto trabajar sobre las expectativas y pensamientos de la persona con el fin 
de lograr que estos fueran más realistas y adaptativos.
Tomado de:
 http://ocw.unican.es/ciencias-de-la-salud/ciencias-psicosociales-i/materiales/bloque-tematico-ii/tema-7.-las-habilidades-sociales-1/7.5-los-tipos-de-habilidades-sociales

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